Que acabe ya este cuatrimestre maldito del 2018 donde me han pasado, quizás, de las peores cosas de mi vida
Y mira que he recibido golpes duros a lo largo de ella.
Aunque en los momentos difíciles también hay cosas buenas, los amigos de verdad, las personas que te quieren y te cuidan por encima de todo, el reencuentro con parte de la familia. Todas esas cosas me han ayudado a seguir adelante.
Incluso desde el dolor se incentiva la creatividad. Y de estos días han nacido unos textos que, aunque no pasaran a la historia de la literatura,ni tampoco es esa mi intención al escribirlos, pretendo que acaben en forma de libro y salga a la luz. Negro sobre naranja, que no negro sobre blanco.
Escribir esos textos me ha servido como válvula de escape durante estos cuatro duros meses. Han servido como terapia de choque para entender algo que, a día de hoy sigo sin entender, pero quizás ayuda a que el dolor sea más llevadero.
Ya existe un primer borrador de dicha maquetación y, afortunadamente, está ya en manos de mi “pilar de la esperanza” particular.
Junto a dichos textos quiero que figuren una serie de dibujos que continúen las “reflexiones de mantel” que se han producido a lo largo de los dos últimos maravillosos años.
Esta situación ha traído consigo que, yo una persona que cree que los asuntos personales, privados, son precisamente eso, privados y suelo ser guardián de mi intimidad, haya estado exponiendo mis sentimientos, sin ningún tipo de filtro al mundo entero a través de Instagram. Contradicción absoluta, pero necesaria.
Necesitaba, necesito soltar tensiones y lo hago gritando al mundo lo que siento.
Complejidad y Contradicción que, aunque es el título de un ensayo de arquitectura, puede reflejar muy bien estos últimos cuatro meses de 2018.
Quizás lo peor es que este último trimestre del 2018 se ha producido después de vivir una de las mejores y más felices etapas de mi vida y es, precisamente ese contraste, lo que lo hace , todavía, más duro.
Cómo dicen Vetusta Morla, “sin carbón no hay reyes magos”.
Y yo que sigo creyendo en la magia de los Reyes Magos, este año les pediría que se acabara este dolor y que volvieran los momentos felices, pero no solo para mí, sí no para todas las personas a las que esta situación les ha creado y les sigue produciendo dolor. Y esas personas son muchas y variopintas y todas, de una manera u de otra, queridas por mí.
Y saber que, personas a las que quiero sufren me duele todavía más.
Pero aquí sigo, en pie, encajando golpes.
Zafándome cual púgil que se niega a aceptar un ko.
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